¿Niñeces obedientes?
05 de mayo del 2025
“Es que es tan obediente, siempre hace caso, no da lata, es muy tranquila”
…y ahí, justo ahí, empieza el peligro.
Nos han enseñado a premiar la obediencia ciega de las niñeces como si fuera virtud,
pero pocas veces nos preguntamos:
¿a qué o a quién están obedeciendo?
¿A costa de qué? ¿A quién o quiénes conviene esa obediencia?
Cuando una cría “no da problemas”, “tiene mucha madurez para su edad”, “comprende mucho”, “resuelve y ayuda”, etcétera; muchas veces está callando su incomodidad, su enojo, sus límites, su impotencia, su desesperación, su miedo, su frustración, su rebasamiento.
Cuando una cría “siempre hace caso”, probablemente está aprendiendo a complacer y a sostener, aunque le duela, aunque no quiera, aunque no pueda.
Cuando decimos que es “tranqui”, estamos celebrando la desconexión con sus emociones para no incomodar adultxs, para que funcione y cumpla expectativas.
El adultocentrismo, el capacitismo, el machismo y las violencias se sostienen en esa obediencia que no tiene derecho acuestionar.
Y lo disfrazamos de “buena educación” (¿A qué le llamamos buena educación?, ¿Al sometimiento?).
Desde una mirada feminista, afirmamos:
una niñez libre no es obediente, es escuchada.
Una niñez no “tiene” que portarse “bien”, no “tiene” que cumplir caprichos o expectativas de las demás personas. Lo que requiere es sentirse segura, respetada y acompañada porque su entorno le reconoce, le cuida, sostiene, acompaña a desarrollar pensamiento crítico, recursos realistas para la vida y autonomía.
La próxima vez que sientas orgullo por lo “tranquila” que es una niñez,
pregúntate si su silencio es comodidad, protección, hipervigilancia, resignación o miedo.
Neige Sinno escribe en Triste tigre: “Ante el desequilibrio de poder, uno no tiene elección”.
Niñeces libres, no obedientes.
Niñeces que cuestionan, sienten y tienen la posibilidad de establecer sus límites.
Eso es lo que verdaderamente necesitamos cuidar.
Aurora Avila / Karla Barrios
